Cine y memoria chilena: La cordillera de los sueños de Patricio Guzmán
En la presentación de su película La cordillera de los sueños (2019), Patricio Guzmán explica que “[ha] querido filmar esta inmensa columna vertebral para desvelar sus misterios, reveladores potentes de la historia pasada y reciente de Chile.” Este documental forma parte del tríptico de sus últimas películas, junto con Nostalgia de la luz (2010) y El botón de nácar (2015). Cuatro décadas antes, en los años setenta, Chile vibraba de entusiasmo y de vértigos frente a una revolución alegre, pero frágil. En torno a la Unión Popular, el partido encabezado por Salvador Allende, se cristalizan todas las aspiraciones de un Chile floreciendo. Simultáneamente, era el tiempo de la iniciación al cine de testimonio de Patricio Guzmán. Con su trilogía documental La batalla de Chile lanzó su resistencia cinematográfica contra de la dictadura de Pinochet, que empezó el 11 de septiembre de 1973 y se extendió hasta el año 1990. Más allá de de la relación entre cine y política, explora la conexión entre la cordillera de los Andes del territorio chileno,y las vivencias y memorias históricas de un fin de siglo cruento para Chile. Lo geográfico es la excusa perfecta para adentrarnos dentro de un magma mucho más convulso y peligroso que el que pueda expulsar un volcán. La obra cinematográfica de Guzmán es político. La cordillera de los sueños puede ser en este sentido una transposición artística entre la geografía y el proceso histórico chileno.
En la nota de intención de esta película, Patricio Guzmán escribe: “Esto es muy nuevo para mí y cambia mi relación con mi tierra natal, que exploro en mi trabajo desde más de 40 años. De hecho, la forma de la cual imaginaba mi película La Cordillera de los Sueños, se ha transformado en sí misma. El significado de la película ha tomado cuerpo. Por supuesto, sigue tratándose de la confrontación entre el hombre, el cosmos y la naturaleza. Pero esta gigantesca cordillera […] se ha convertido para mí en la metáfora de lo inmutable, de lo que permanece y nos habita cuando creemos que lo hemos perdido todo. Sumergirme en la Cordillera me hace sumergirme en mis recuerdos. Mirando sus escarpadas cumbres, hundiéndome en sus profundos valles, comienzo un viaje introspectivo que, tal vez, me revelará los secretos de mi alma chilena.”
Patricio Guzmán en el rodaje de La Cordillera de los Sueños, © Atacama Productions/ARTE
La cordillera: la sedimentación geológica como metáfora de las memorias vivas de los chilenos
Desde la introducción de su película, a través del panorama de la cordillera, el cineasta propone una visión con la perspectiva de las décadas que han pasado. De inmediato, inscribe su método de trabajo en una amplia distancia y retrospectiva histórica.
Una y otra vez, Guzmán filma las fallas de las piedras como fallas propias del pueblo chileno, que sigue viviendo en los recuerdos de un pasado al que aún no se le ha hecho justicia. Las superposiciones entre las imagénes de Santiago y las de la cordillera materializa lo borroso entre la memoria y esta roca milenaria que registra cualquier movimiento, cualquier actividad. Las personas que desfilan por los pasillos del metro permanecen indiferentes al frescor de la cordillera del artista y del amigo suyo, Guillermo Muñoz, que reproduce lo que está delante de sus ojos, al aire libre, dominando Santiago con sus 6.962 metros de altura. Del mismo modo, la historia que se desliza ante nuestros ojos no siempre atrae la atención de sus contemporáneos, y a menudo parece necesario sacar a la luz estos recuerdos del pasado. Aun, si se le da crédito al escultor que habla en la película, la cordillera produce un estado de alucinación, dejando a los chilenos tranquilos y acompañados. Siente que es, para ellos, como el respaldo de una silla en la cual siempre pueden descansar, como un muro protector. Por otro lado, hay también que cuidar de la cordillera, que forma el 80% de Chile. Ocuparse de su país es a la vez escuchar el estruendo que viene del interior. Con la cordillera, hay que abrirla para entender lo que tiene por dentro, o detrás de ese cerro, con la posibilidad de cruzarlo. Siempre aparece esta necesidad de saber lo que está más allá, una necesidad con respecto a la historia, en vez de hacer justicia y restablecer la verdad después de años de crímenes dictatoriales. Resguarda también muchas huellas de los ancestros, entre los que figuran los Quechua, lo que representa más de 20 000 años de historia arqueológica. A su vez, constituye una forma de herencia silenciosa y expresiva, por su música natural, por su grandiosa belleza.
Vista aérea de la Cordillera de los Andes, © Geoenciclopedia.com
Más allá de todas las anécdotas que pueden emerger cuando uno toca las puertas del pasado, hay en su discurso la capacidad de reflexión, de hilar detalles y hacer conexiones, de fabricar la memoria viva, aquella que sigue generando y confirmando convicciones pero también nostalgias de un pasado a la vez histórico y personal. De todas las piezas posibles de este pasado, queda tal vez una convicción inamovible: el periodo de la Unidad Popular representa para Patricio Guzmán el único y gran momento de euforia compartida, en el que estudiantes, obreros, jóvenes, intelectuales, militantes y gente del pueblo se juntan para construir un nuevo país. El primer año (1972) y un poco más tarde La batalla de Chile (1974-1979), nacen de ese lapso de tiempo único en el que “Chile era una fiesta”.
La batalla de Chile es una experiencia cinematográfica que encuentra sus similitudes con Le fond de l’air est rouge (1977) de Chris Marker. Es la historia de un país que se define día a día en los 43 mil pies de película que Chris Marker había enviado generosamente desde Francia, y que debían cuidarse decidiendo minuciosamente qué situación, qué evento o qué personaje debía ser conservado. El método: filmar desde dentro, utilizando las técnicas del cine directo para luego, en la sala de montaje, crear una forma cinematográfica que le diera orden a la “explosión” que caracterizaba ese momento político. Es lo que aparece de nuevo con La cordillera de los sueños, en una alternancia de imágenes de archivo y otras, que parecen flotar tanto por encima de la montaña, como de la Historia.
La lucha de un pueblo sin armas. Patricio Guzmán , La batalla de Chile (1975, 1976, 1979)
La visión global de un país deja de ser cinematográficamente posible. Por eso, quizás, Patricio Guzmán elige focalizarse en la cordillera, en un lugar suficientemente universal que permita la identificación del pueblo chileno. Es cierto que la cordillera está siempre en el campo visual. Fue la única vez que hubo en Chile una experiencia panorámica, que abarcara a todos, el único momento en el que se pudo representar el país como una unidad, ese fue el momento de la Unidad Popular, nos repite Guzmán. La nostalgia aparece y permanece, haciendo emerger el “yo” en primera persona, un “yo” que se reivindica como una postura política y estética a la vez.
Esta nueva perspectiva es finalmente el resultado de una experiencia marcada por la distancia.
Experiencia del exilio
Al llegar al país de su infancia, al país de sus orígenes, siempre se rememora estos recuerdos, tan alegres como dolorosos. “Cruzar la cordillera es llegar en un lugar muy lejos en el pasado”. El regreso del exilio provoca un sentimiento de lejanía, la impresión de que el tiempo transcurre diferentemente, una dilución que se halla también, y particularmente en la montaña. Esta sensación de que el tiempo avanza más lento en Chile contribuye a su acercamiento extraordinario, y siente que el pasado está más cerca de él, recogiendo así cosas perdidas. Cordillera: millones de años de evolución. A medida que avanzamos dentro de la cordillera, vamos más lejos en el tiempo.
Imagen de la caja de fósforos, la madalena de Proust de Guzmán © Atacama Productions/ARTE
Desde su exilio, Patricio Guzmán vive entre París y Madrid, como su amigo Guillermo Muñoz, que vive en España: “nosotros soñamos Chile desde lejos”. La cordillera, por su fuerza y por su carácter, es la metáfora de ese sueño. Hay como una forma de sabiduría muy profunda: cuando era joven, era la revolución la que importaba, la Unión del pueblo. Ahora, ha tomado distancia con este entusiasmo, y su mirada ha dado la vuelta hacia las montañas, como si fuera una puerta de entrada para comprender el Chile de hoy. De su vida en Chile, sólo quedan ruinas, como lo revela el paseo dentro del barrio de su infancia: lo único que sigue existiendo, es su vieja casa destripada. Después, regresa a la segunda casa que habitó, en la que ha filmado La Batalla de Chile, en la que el día del golpe volvió con la última bobina en la mano. Esta película “es como un espejo del pasado que [le] persigue”. Millones de personas fueron encerradas, en silencio; al empezar, los padres ocultaron a sus hijos lo que había pasado y lo que estaba pasando. Pero la perplejidad de la violencia fue sentida por los niños. La violencia con la que los militares entraban en las casas, los disparos, el temblor de los pupitres en la escuela, el ruido sordo, atroz de la guerra, todo esto no miente. “El golpe fue el temblor de tierra más fuerte que cambió nuestras vidas para siempre”, dice la voz en off de Guzmán después de las evocaciones orales, de los testimonios y con imágenes de una inmensa nube de volcán, gris.
Guzmán fue detenido. Ha sido llevado al estado nacional como prisionero político, dentro de un verdadero campo de concentración de la dictadura. Estuvo encerrado durante 15 días, y como los militares no encontraron sus rollos, lo liberaron. Nunca volvió a vivir en Chile, aunque dedicó su carrera a su país. Salió del país para salvar sus rollos, para la Historia, para restablecer la verdad. Pablo Salas, el cineasta chileno que seguimos en la película, se quedó. Filmó imágenes de la resistencia contra Pinochet, y nunca dejó de filmar su propia realidad. Con sus imágenes, ahora podemos reconstituir los años perdidos de Chile.
Guzmán huyó, Pablo, el cineasta, es uno de los pocos que se quedaron; pero los dos estaban marcados por la misma utopía. Había que mostrar lo que pasaba acá, no en el extranjero porque se sabía, sino dentro del país, dentro del continente. Hace 27 años que se acabó la dictadura de Pinochet, pero Pablo lleva con él sus casetes: resulta imposible deshacerse de esas imágenes. Todos los casetes amontonados de Salas son como una sedimentación de momentos que conservan la Historia del Chile de Pinochet.
Este “yo”, se puede leer paralelamente con la oda pictórica de P. Guzmán, a través de su exilio, como también se podría leer en relación con el exilio de todos los presos políticos, de las víctimas de invasiones, de las guerras sucias, de dictaduras que han marcado en lo profundo la Historia de América Latina.
Ampliar la reflexión: una vivencia común en América Latina
Así, se puede poner de relieve los ecos – al mismo tiempo que los gritos que se repercuten en las paredes montañosas – al nivel del subcontinente mismo: es semejante la identificación de los pueblos a sus paisajes naturales, a su medio ambiente, hasta formar una cosmogonía montañosa. De tal forma, la cordillera es un referente no solamente físico, sino también cultural que se respira, dentro de un país característico: los chilenos viven entre la montaña y el mar, protegidos y aislados, como si estuvieran en una isla. La cordillera es como una madre: aunque no la veas, la sientes cerca. Pero también se puede experimentar de forma divisoria, aislante. Considerar la cordillera como un mar significa considerar Chile como una isla. Eso permite la creación de una identidad fuerte. De la misma manera, la Cordillera tiene dos dimensiones: su anchura y su espesor, como cualquier continente. Por su amplitud, hace parte del territorio de varios países de América Latina y así, participa en la formación de una identidad pluricultural que les atraviesa.
A pesar de las heridas de la dictadura, la cordillera ha permanecido en su lugar, mirándonos: la montaña es un testigo. Ha visto cosas que nos quería esconder. Si pudiéramos traducir lo que dicen las piedras, hoy tendríamos las respuestas que no tenemos. Los adoquines de las calles de Santiago están aquí desde hace mucho tiempo, tallados con piedras de la Cordillera. Fueron los primeros que sintieron los pasos del terror en la ciudad. Sintieron ruidos que aún nadie conocía. Si las piedras de la cordillera pudieran hablar, hablarían de la sangre que se derramó sobre ellas. Los nombres de las víctimas están grabados, en el suelo. Pedir que haya reconocimiento es poca cosa. Hubo horrores, no errores, como lo decía el gobierno hasta hace poco. Negar lo que pasó es una forma de reinterpretación de lo que ocurrió, si no de olvidarlo. Es peor. Había un tabú profundo en los años noventa. Ha dejado el país en la ignorancia.
Con la dictadura, el país cambió. El problema se halla también en el sistema económico, debido a la privatización. Los empresarios adinerados, los que han aprovechado de la dictadura son todos los dueños. Usan y abusan todavía de lo que ha dejado Pinochet. Las diferencias sociales resultantes son enormes. De hecho, el golpe significó dos cosas: la instalación de un modelo económico – el neoliberalismo – y la instauración de una nueva estructura institucional – la Constitución del 1980. Es lo que es, y lo que permaneció. Después del golpe, se instaló una cosmovisión, dictada por el neoliberalismo, una idea de rentabilidad en la vida: todo debe ser rentable. La estabilidad de hoy ha nacido del uso de la fuerza, de la dictadura.
Más allá, en los Andes, se pueden ver los viejos trenes que antes cruzaban las montañas para ir a Argentina, y que ahora llevan piedras o el cobre, el principal tesoro de Chile. Estos trenes invisibles pasan cerca de pueblos invisibles. En Chile, lo que no se ve, no existe. Es increíble que haya tanta riqueza en un país que solo vive del cobre. Pero, dentro de este inmenso territorio, el cobre extraído por Chile es menor en porcentaje que el cobre extraído por empresas extranjeras. Eso es el triunfo de la dictadura: vendieron el país. En invierno, la nieve cubre este paisaje en plena cordillera: minas que ya no están en los mapas. Este es un inmenso territorio chileno que no es chileno. En algunas provincias, el 80% del territorio es propiedad privada. Se lo han llevado todo. De qué milagro se habla…
Cantera de cobre en la cordillera © Atacama Productions/ARTE
Me temo que el fenómeno no solo ocurrió en Chile, sino también en toda América Latina, y más allá. Esta forma de organizar la sociedad hace tristes a los chilenos , caminando solos dentro de la multitud, mientras que antes les gustaba hablar, salir, encontrarse.
Es aún más indispensable rescatar lo que fue la dictadura, mostrar cómo vivían, para que no caiga en el olvido. Por eso, los archivos de Pablo son un tesoro frágil pero extraordinario, son testigos de una página de la historia chilena. Mantienen intactos pero invisibles los rostros de la resistencia popular. Gracias a su trabajo, es imposible borrar la Historia y decir que el pasado no pasó. Entre todos, los jóvenes escriben ahora la memoria del futuro.
Esa empresa es comparable a escalar en solitario: el escalador sube hacia las alturas, hacia las cumbres. Leyendo la roca y sus asperidades con la mano, escuchando los ecos del viento, del Rago, es algo muy íntimo. Para lograr reconstruir personalmente y dentro de su intimidad lo que fue destruido durante los periodos de violencia, de tortura, de exilio también, que aislaba a la gente de su pueblo, de su país, de sus raices, es obra de paciencia, obra de sabiduría, obra de fuerza también.
Una empresa que pide mucho tiempo, mucha perspectiva, dar un paso atrás y hacer resaltar los acontecimientos. Para que el ambiente de este periodo gris se convierta en una nube tranquila que rodeará las cumbres, en paz.
A pesar de todo, siempre quedan pequeños fragmentos del universo en la cordillera.
A la visión de la cordillera vertiginosa, Guzmán agrega su voz en off, lenta, articulada, consciente de cada efecto de sentido, así como entrevistas de artistas locales, quienes evocan a la vez la montaña, su presencia, y la persistencia de la herida de los años Pinochet. Guzmán es un realizador chileno que desde hace 30 años piensa el cine, especialmente el cine documental, y su país de manera completamente inseparables. De esa experiencia quedan dos certezas, una existencial y la otra cinematográfica: el presente, en el momento mismo de ser nombrado, es un asunto del pasado, como lo afirma el personaje astrólogo en Nostalgia de la luz; y el pasado constituye un tiempo que permanecerá siempre vivo en los territorios y personajes de sus películas. La habilidad de Guzmán para sacar imágenes metafóricas en relación con su tema, con su ambiente es su verdadero poder, una forma de traducción histórica de lo que contiene un lugar que presenció este periodo doloroso. La poesía contemplativa con la que la puesta en escena escala las altas montañas de los Andes, como la indignación visceral que provocan las imágenes de archivo de la violenta represión de la resistencia contra la dictadura militar son de un orden cinematográfico supremo. Son profundamente expresivas sobre la conexión casi cosmogónica que existe entre la cordillera y las poblaciones que han vivido, como ella, los movimientos de la Historia latinoamericana.
Romane Baze
Fuentes:
- Patricio Guzmán, La cordillera de los sueños, 2019, 1h25. Disponible sur la Médiathèque numérique.
URL : https://vod.mediatheque-numerique.com/films/la-cordillere-des-songes_1
- Amanda Rueda, « Patricio Guzmán: pequeña crónica de una entrevista imposible », Cinémas d’Amérique latine [En ligne], 21 | 2013, mis en ligne le 09 avril 2014.
URL : http://journals.openedition.org/cinelatino/105
- Patricio Guzmán, « Chile era una fiesta. Notas del diario de filmación de El primer año », Cinémas d’Amérique latine [En ligne], 21 | 2013, mis en ligne le 10 avril 2014.
URL : http://journals.openedition.org/cinelatino/109
- Note d’intention de Patricio Guzmán, Trigon film
URL : https://www.trigon-film.org/fr/movies/Cordillera_de_los_suenos
- Elodie PIETRIGA, « Nostalgia de la luz de Patricio Guzmán », La Clé des Langues [en ligne], Lyon, ENS de LYON/DGESCO (ISSN 2107-7029), novembre 2015.
URL : http://cle.ens-lyon.fr/espagnol/arts/cinema/nostalgia-de-la-luz-de-patricio-guzman
- Revista eam cinema, “El miedo, el pasado, la derrota, la tristeza”, crítica de Miguel Martín Maestro
URL : https://www.elantepenultimomohicano.com/2019/12/critica-la-cordillera-de-los-suenos.html
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